Santo Domingo, Republica Dominicana.-No hay crisis de merengue ni de merengueros. No hacen falta más emisoras colocando nuestro ritmo. El problema no es difusión porque las redes horizontalizaron la comunicación y ningún medio es imprescindible para obtener pegada.
El género nuestro solo necesita dos cosas para recuperar el esplendor de otros tiempos: Producción acorde a los colores y gustos de las nuevas generaciones y mercadeo asertivo a las condiciones socioeconómicas del momento.
Romeo Santos acaba de colocar la base que marcaría la ruta hacia un merengue de hoy soportado en la esencia melódico-armónica que caracterizó nuestro ritmo durante muchos años. Inteligentemente hace un merengue con la ̈tambora derecha ̈ obligando a la güira y al bajo a mantener el merengue acompasado que lo convertía en el género bailable por excelencia, retrotrayéndonos a la época dorada pero con adornos de lo que él sabe y vive. Romeo no usa a sus invitados para incursionar, por lo contrario, hará acopio de su influencia y popularidad para lograr que su fiel fanaticada reciba de primera línea, las capacidades interpretativas de tres líderes con registros vocales disímiles y conceptualizaciones musicales muy diferentes. Ahí radica el gran mérito de Santos al elegir a Fernandito, Rubby y Toño, tan distintos como distantes, armonizando sus estilos en una misma canción con letras alejadas de la moda vulgar de hoy.
Los merengueros deben retornar a su mundo primigenio de producción pero teniendo presente los colores de hoy sobre la montura rítmica de nuestra tradición musical. Nunca deben ceder a la tentación de alcanzar una música urbana que tiene su mundo y público definidos. Las colaboraciones con esos exponentes no le aportan nada ni al género ni a sus representantes, pues de los millennial para acá, hay una generación completa que no conoce los códigos con que se realiza el merengue, y lo peor, ni les interesa.
El segundo punto, el mercadeo, es más sencillo y fácil de aplicar siempre y cuando los egos pasen a mejor vida. Los líderes merengueros deben entender que en la práctica comercial del espectáculo, las altas tarifas están llevando a que se reduzca el espacio de exposición del ritmo. y la distorsión que aumenta la curva identificadora de oferta y demanda se convierte en un afilado cuchillo en la garganta de nuestro género.
Hay que enfriar la termo-cefálica actitud de una competencia desaforada entre los dueños de entidades musicales, sobre la idea de que ¨quién más cobra es mejor¨ y ¨Fulano no puede cobrar más que yo¨, mientras que los propietarios de lugares de diversión deben reducir considerablemente los precios de las bebidas. En el momento actual todos debemos aunar esfuerzos para que el gran público retorne y el merengue brille con mayor luz.